jueves, 15 de marzo de 2012

SAFE HOUSE


Tengo un amigo muy interesante, pero hoy estaba de capa caída. Y al ir al cine nos decantamos por ver algo de Hollywood, por eso de no tener que pensar mucho, y terminamos viendo “Safe House”.

Las primeras escenas fueron un shock y me han hecho replantearme de nuevo algo que ya sabía, pero que ahora me fuerza a comentarlo.

“Safe House” está rodada en Cape Town, Sudáfrica y claro, al vivir en Ciudad del Cabo (o Cape Town en inglés), pues la cosa se ha puesto graciosa e interesante. Había unas tomas preciosas de la ciudad, las montañas de Table Mountain y Lion´s Head salían espectaculares y el océano desde la zona de Table View era del más puro azul. Claro está, en otras tomas, también había ambigüedades y sin sentidos. Los protagonistas estaban en un lugar de la ciudad y aparecían de repente a cincuenta kilómetros, solo por cruzar una calle. Y cosas por el estilo.

Pero eso no es lo interesante. Lo que me ha impactado es la belleza, casi irreal de cómo Hollywood muestra sus películas. La ciudad parecía más bella de lo que normalmente parece. El cielo es azul, las calles radian con transeúntes, con ajetreo, con vida. El  mar es azul intenso y las olas rompen con total perfección, mientras que las montañas tienen siluetas perfectas, con senderos bien marcados y verdes de ensueño. En este escenario te muestran al protagonista, joven y apuesto, con una novia de escándalo, y una historia heroica por realizar. Todo un sueño.

Claro que siendo de Cape Town, algo te choca. Y te dices, bueno, Cape Town no es así, no es tan, tan bonito, no es tan vibrante ni tan espectacular. Como si hubiese algo irreal y de exageración en el modo, no ya solo del lugar en el que sucede la historia, sino también de la misma historia y de los personajes. Todo es perfecto, todo está programado; la ciudad es preciosa, las vestimentas del tío, el tipazo de la rubia. Luego, cuando la película se pone más fea y caótica…hasta eso perece perfecto; los coches son viejos con estilo y el caos es una delicia estridente que te mantiene en vilo.

En definitiva, todo roza la perfección de una manera tan perfecta, que te hace percibir el efecto opuesto; que es irreal.

Y es que Hollywood nos muestra una forma de vida que no es real y hasta cierto punto inalcanzable. La perfección que reflejan sus películas es una forma más de marketing y de adoctrinamiento del consumismo capitalista. Es increíble. Es jactancioso. Es una afronta a la diferencia de cada uno de nosotros. No todos somos iguales, todos tenemos una forma y esencia diferente; ni perfecta ni imperfecta, simplemente…particular a cada uno de nosotros.
De la misma forma, a pesar de esta soberbia, como si eso que nos enseñan fuese el patrón a seguir, desde vestuario, a relaciones personales, a la misa forma en la que nos desenvolvemos en el mundo…solo muestran lo contrario. La incapacidad de mostrar un ser humano real, en un escenario real y en una historia real. Y que pocas películas muestran, a veces se entiende por el elemento dramático que es necesario en el arte, sin mediocridad, ni degradación, ni sensacionalismo. 

Estos pensamientos surcaron mi cabeza sobre todo al principio de la película. Luego ya todo entra como dado por sentado. Cuando los coches comienzan sus frenéticas persecuciones y los protagonistas se matan a tiros…entonces ya no te acuerdas de nada y todo pasa, normalmente, casi como si lo que estas viendo fuese una historia más de la vida real. 

Pero ahora, sentado en el patio de mi casa, todos estos pensamientos vuelven. La realidad es diferente a Hollywood, sin ninguna duda. Pero es aun mejor que lo que muestra. Tiene más tonos, más posibilidades, más sentimiento, más esencia…es realidad. 

Sentado bajo el cielo estrellado de Ciudad del Cabo, en esta preciosa noche de verano, llegan a mis oídos el ruido de las imparables olas del océano, las palmeras bailan al son de la suave brisa que sopla y a lo lejos, los dos cuartos de luna menguante, recortan la silueta perfecta de Lion´s Head. No es una película. Es la realidad. No es solo un escenario. Es la parte de la vida en la que me encuentro ahora, con excelencia y sensacionalismo, pues eso es tan humano como la vida misma, pero también con mediocridad y bajeza. 

Pero quizás y lo más importante es que en esencia, es la singularidad y el más profundo deseo del ser humano de superarse y de obtener, en su medida, excelencia, son estas dinámicas de desarrollo personal y social, las que deberían regir los parámetros de nuestra sociedad. Nuestro arte refleja una parte de lo que somos, para bien o para mal.


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