Tengo un amigo muy
interesante, pero hoy estaba de capa caída. Y al ir al cine nos decantamos por
ver algo de Hollywood, por eso de no tener que pensar mucho, y terminamos
viendo “Safe House”.
Las primeras escenas fueron
un shock y me han hecho replantearme de nuevo algo que ya sabía, pero que ahora
me fuerza a comentarlo.
“Safe House” está rodada en
Cape Town, Sudáfrica y claro, al vivir en Ciudad del Cabo (o Cape Town en
inglés), pues la cosa se ha puesto graciosa e interesante. Había unas tomas
preciosas de la ciudad, las montañas de Table Mountain y Lion´s Head salían
espectaculares y el océano desde la zona de Table View era del más puro azul.
Claro está, en otras tomas, también había ambigüedades y sin sentidos. Los
protagonistas estaban en un lugar de la ciudad y aparecían de repente a
cincuenta kilómetros, solo por cruzar una calle. Y cosas por el estilo.
Pero eso no es lo
interesante. Lo que me ha impactado es la belleza, casi irreal de cómo
Hollywood muestra sus películas. La ciudad parecía más bella de lo que
normalmente parece. El cielo es azul, las calles radian con transeúntes, con
ajetreo, con vida. El mar es azul
intenso y las olas rompen con total perfección, mientras que las montañas
tienen siluetas perfectas, con senderos bien marcados y verdes de ensueño. En
este escenario te muestran al protagonista, joven y apuesto, con una novia de
escándalo, y una historia heroica por realizar. Todo un sueño.
Claro que siendo de Cape
Town, algo te choca. Y te dices, bueno, Cape Town no es así, no es tan, tan
bonito, no es tan vibrante ni tan espectacular. Como si hubiese algo irreal y de
exageración en el modo, no ya solo del lugar en el que sucede la historia, sino
también de la misma historia y de los personajes. Todo es perfecto, todo está
programado; la ciudad es preciosa, las vestimentas del tío, el tipazo de la
rubia. Luego, cuando la película se pone más fea y caótica…hasta eso perece
perfecto; los coches son viejos con estilo y el caos es una delicia estridente
que te mantiene en vilo.
En definitiva, todo roza la
perfección de una manera tan perfecta, que te hace percibir el efecto opuesto;
que es irreal.
Y es que Hollywood nos
muestra una forma de vida que no es real y hasta cierto punto inalcanzable. La
perfección que reflejan sus películas es una forma más de marketing y de
adoctrinamiento del consumismo capitalista. Es increíble. Es jactancioso. Es
una afronta a la diferencia de cada uno de nosotros. No todos somos iguales,
todos tenemos una forma y esencia diferente; ni perfecta ni imperfecta,
simplemente…particular a cada uno de nosotros.
De la misma forma, a pesar
de esta soberbia, como si eso que nos enseñan fuese el patrón a seguir, desde
vestuario, a relaciones personales, a la misa forma en la que nos desenvolvemos
en el mundo…solo muestran lo contrario. La incapacidad de mostrar un ser humano
real, en un escenario real y en una historia real. Y que pocas películas
muestran, a veces se entiende por el elemento dramático que es necesario en el
arte, sin mediocridad, ni degradación, ni sensacionalismo.
Estos pensamientos surcaron
mi cabeza sobre todo al principio de la película. Luego ya todo entra como dado
por sentado. Cuando los coches comienzan sus frenéticas persecuciones y los
protagonistas se matan a tiros…entonces ya no te acuerdas de nada y todo pasa,
normalmente, casi como si lo que estas viendo fuese una historia más de la vida
real.
Pero ahora, sentado en el
patio de mi casa, todos estos pensamientos vuelven. La realidad es diferente a
Hollywood, sin ninguna duda. Pero es aun mejor que lo que muestra. Tiene
más tonos, más posibilidades, más sentimiento, más esencia…es realidad.
Sentado bajo el cielo
estrellado de Ciudad del Cabo, en esta preciosa noche de verano, llegan a mis
oídos el ruido de las imparables olas del océano, las palmeras bailan al son de
la suave brisa que sopla y a lo lejos, los dos cuartos de luna menguante,
recortan la silueta perfecta de Lion´s Head. No es una película. Es la
realidad. No es solo un escenario. Es la parte de la vida en la que me
encuentro ahora, con excelencia y sensacionalismo, pues eso es tan humano como
la vida misma, pero también con mediocridad y bajeza.
Pero quizás y lo más
importante es que en esencia, es la singularidad y el más profundo deseo del
ser humano de superarse y de obtener, en su medida, excelencia, son estas
dinámicas de desarrollo personal y social, las que deberían regir los
parámetros de nuestra sociedad. Nuestro arte refleja una parte de lo que somos,
para bien o para mal.
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