domingo, 12 de febrero de 2012

Perdidos

Entre las calles de Africa


Eran dos compañeros viajando y estaban perdidos en una de las ciudades del noroeste de África. A esas horas de la noche, ya cansados y hambrientos, entre las calles oscuras de aquella ciudad desconocida se apresuraban a reencontrar su camino, siguiendo las pocas luces que alumbraban alguna que otra calle. Lo que no sabían era que perdiéndose era la única manera de llegar.

Al doblar una de las esquinas vieron una luz amarillenta diferente a las demás y un hombre vestido con el atuendo típico de esas tierras, la túnica larga hasta los tobillos y capucha, que los llamaba sonriente y vivamente. 


¡Eh! ¡Aquí, aquí, vamos! ¿Dónde habéis estado? Os estábamos esperando. Venga entrad, todo está preparado. 

La puerta era pequeña, de las que hay que agacharse ligeramente y el interior era una habitación cómoda, de tamaño mediano. Había unos cuantos hombres sentados alrededor de la mesa, servida con un delicioso plato típico. Todos estaban, de hecho, esperando nuestra llegada y al vernos sonreían amablemente mientras nos sentábamos y juntos comenzábamos el banquete. 

El mismo hombre que nos recogió en la puerta sonreía y nos invitaba a relajarnos; a comer y beber libremente. Después nos dijo:


Estábamos esperando, todos nosotros, se que estabais perdidos, pero habéis tardado un poco más de lo esperado. 

Y sonreía levemente, no como burla, simplemente para que estuviésemos tranquilos, mientras nos dirigía estas palabras con la mayor seriedad. 


Esta habitación y esta compañía ha estado decretada para vosotros, desde el principio de los tiempos. Era preciso que os perdierais y que buscaseis, un poco impacientes pero seguros, una salida a vuestra situación. Este plato de comida estaba decretado - con su cordero, desde que nació, e incluso antes, y con sus vegetales - en una cadena milenaria que llega hasta este preciso instante. Tenéis que ser conscientes – nos decía – que nada pasa por casualidad, y que cada cosa tiene un significado; con su cadena de sucesos que lo desencadenan y su resultado.

Pasó un rato de silencio, ya cuando el banquete llegaba a su recta final, nos preguntó:


Y ahora, ¿A dónde vais?



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