Mi corazón siente mucho. Y en cada pedacito de
vida que respiro, a veces siento mi corazón mil y una vez aniquilado en algún sentimiento
y amor humano.
En este mundo tan abarrotado de noticias, ideas y opiniones, en
el que cada cual tiene su forma de parecer y de hacer…todo se me antoja un gran
caos que se desenvuelve, no obstante, el en más dulce y sutil de los ordenes
naturales.
Y en mi afán iluso, iluso y humano, pues qué es más iluso que
el ser humano, mi mundo se detiene ante la falta de entendimiento de unos y
otros…y mi incapacidad a ratos, de mantenerme firme ante el arrebato de las
tempestades humanas.
Hoy un amigo se va. Y como otros que se fueron, un pedazo de
mi se va con ellos. Porque ellos representan una nobleza innata, de sinceridad inamovible
y de creencia pura. Desde ahora, mi corazón llora su partida y siento ya su
ausencia más que mi vida.
Lloro, desde ahora, porque llorar me da la vida que mi corazón
ya no tiene. Y ahora solo cabe el gozo de aeropuerto y despedida. Y cuando
surcando el cielo vea, a cualquier avión, lloraré, lagrimas de tristeza y de alegría,
que serán testigos de todo cuanto escribo.
La nobleza es una rara cualidad en estos días, pero es
hermosa cuando se trata y hermosa cuando la amas. Se cultiva, se reconoce y se
transmite.
Es mi lamento sincero, el que hace irrompible nuestra amistad,
hasta el fin de los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario